7 de agosto de 2010

Un siete de agosto en Madrid. Qué paradoja. Me gustaría, por una vez, ser turista, tener la cabeza ocupada en monumentos, museos, planos y paseos. Y no pensar que a fecha de hoy tengo más de cinco mil euros libres de impuestos, la hipoteca y la comunidad pagadas, amigos fuera de este plomo de ciudad y días de vacaciones por delante. Tan favorables circunstancias y, aún así, me resisto a viajar con el corazón hecho añicos, no sea que se me pierdan los pedazos por el camino y regrese sin él.

Lector improbable, pasa de largo, que esto no son más que lugares comunes que ya has visitado o, si no lo has hecho, no te recomiendo conocer.

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