15 de agosto de 2023

Despelote reivindicativo

    Abro un periódico cualquiera esta mañana de domingo y me encuentro a la cantante Eva Amaral desnuda de torso para arriba agarrando un micrófono. Deduzco de inmediato que la instantánea se ha tomado en el marco de una actuación reciente, dada su profesión (tengo un par de discos suyos). Lo que no me queda del todo claro, y me obliga a recurrir al comodín del titular, es el porqué de semejante exhibición. Mis sospechas se confirman una vez me he informado en diagonal: otro caso de despelote reivindicativo. Decir que “despelote reivindicativo” resume mi entendimiento de este tipo de performances.

    Al igual que me sucede con las exposiciones de arte moderno, antes o después de no entender nada, necesito una somera explicación que garantice mi confort intelectual.

    En este caso, la exhibición del tetamen de Amaral viene, en palabras de la propia cantante, a propósito de la dignidad de la desnudez y la libertad de expresión de las mujeres, supuestamente arrebatada por un ente abstracto que, a lo que parece, conocen sobradamente los asistentes al concierto. Siento una mezcla de confort y malestar intelectual.

    La presidenta de la Comunidad de Madrid hace lo mismo, aunque en este caso las fuerzas del mal las encarna el comunismo, archienemigo declarado del futuro de España. Similarmente, Abascal apela a los españoles de bien, supongo que en contraposición a no pocos españoles malvados, mientras que nuestro denostado presidente en funciones enarbola la bandera del progresismo frente al voto reaccionario de una minoría relativa de once millones de ciudadanos, a la vista de los recientes resultados electorales. No hay enemigo pequeño cuando de demagogia se trata.

    Pero volviendo a Eva Amaral y sus dos pechos al fresco (es un decir en agosto) al grito de “¡revolución!” (un tema suyo) pienso en tantas y tantas revolucionarias anónimas que, verano tras verano, enseñan tetas de todos los tamaños y colores al borde del mar. Me pregunto entonces si el gesto de la artista no es puro anacronismo moral injustificadamente promocionado por medios de comunicación cada vez más adictos al clickbait, a la noticia chusca de hoja de sucesos.

    Me pregunto si merece la pena quemar tanta pólvora informativa para noticiar que unos policías locales con pocas luces obligaran a una tal Rocío Saiz (¿quién demonios es Rocío Saiz?) a taparse los pechos, ¡y en plena festividad del Orgullo Gay para más inri! No niego la valía del suceso como gag para una nueva entrega de la saga Loca Academia de Policía, pero no como tema de debate y editoriales en prensa seria y, desde luego, mucho menos como radiografía moral de la sociedad española del siglo XXI.

    Cada cual es libre de ofenderse a sus anchas, y también de medrar al calor del foco mediático allá donde más luzca. No obstante, creo que la libertad de expresión y la libertad de tomar ofensa (y actuar en consecuencia) no debieran confundirse, como me temo está sucediendo cada vez más en estos tiempos acelerados en los que el progreso y la estupidez parecen ir de la mano.

     P.s. Me subsiste la duda, retórica pero también políticamente incorrecta, de si una Eva Amaral con las tetas como calcetines hubiera defendido la dignidad de la desnudez de la misma forma...



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