19 de septiembre de 2023

La herencia de Khatia Buniatishvili

    Muchas veces atrae mi atención una noticia de prensa en las que una mujer de pro -esto es, meritoria en el campo de su especialidad- se queja de ninguneos y florerismos en un mundo de hombres. Este es el caso de la pianista de Georgia Khatia Buniatishvili, cuyas declaraciones, en El País, reproduzco a continuación: “A veces, a las mujeres solistas se nos considera parte de la decoración”. Estas declaraciones, ya digo, figuran en el encabezamiento de la noticia, lo cual es indiciario de que esta probablemente contenga una semblanza de tinte reivindicativo, además de publicitar alguna actuación inminente en nuestro país. La lectura del artículo confirma mis intuiciones. Por las respuestas más bien contundentes que da en la entrevista, Khatia parece una mujer bastante asertiva, segura de sí misma y que sin duda ha construido previamente un discurso sin fisuras sobre sí, como todos aquellos que tienen el culo pelado de autógrafos y entrevistas.

    Khatia es, además, una hembra de tomo y lomo que, curiosamente, reniega de su herencia biológica en dos momentos de la entrevista: “En ocasiones, las mujeres solistas son consideradas como parte de la decoración, como una flor bonita, pero nada más (…) pero tuve que asegurarme de que no me consideraran un arreglo floral de la velada”. Esto, que pareciera una reivindicación del feminismo moderno no es, a mi juicio, más que otra cara de la vieja historia de siempre, que es la que nos intentan vender artistas y creadores, hijos de tal o cual progenitor de renombre, deseosos de marcar distancias entre los millones de mamá o la fama de papá y sus logros. Y el privilegio biológico, el de nuestra herencia genética, el que nos hace descollar en un mundo de feos y feas del montón, un mundo en el que la imagen lo es todo, no es distinto de los privilegios aristocráticos o financieros. Mal que le pese a muchos, el ser humano va cosido a su circunstancia, inclusive la circunstancia biológica, y no hay mundo perfecto ni ministerio de igualdad que le ponga remedio a eso.

    No pretendo aquí poner en solfa los méritos de quienes se hallan en estas situaciones. Algunos, como Buniatishvili, los tienen sobradamente y otros, la mayoría, no. Lo que desde luego me parece fatal es el cinismo de tinte feminista y la escasa humildad con la que se aborda la situación: de un lado, la pianista no tiene empacho en lamentarse y denostar de su condición -objetiva por cierto- de bello florero mientras que, por otro, aprovecha para sacar el máximo partido a sus encantos georgianos en reportajes gráficos como el que encabeza el artículo aquí comentado, en el que destaca una piel perfecta, un óvalo agraciado en el marco de un peinado caro, punteado por el carmín de unos labios de perfil impecable y los hombros desnudos bajo los que se insinúan sin rubor un par de tetas como dos carretas.

    Tal vez sea maldad puntual de los responsables del reportaje, pero lo dudo, a la vista de otras fotografías y vídeos en las que es más que evidente que la pianista presume sin complejos de elegante palmito escénico.

    Humildad, amiga concertista.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No sé cómo tocará el piano, pero está buena de narices ....y del resto también. No sé si iría a un concierto suyo pues Chopin no me tira.....pero no me he cansado de ojear sus fotografías....he estado a un tris de darle al YouTube para escuchar su arte.....pero he preferido quedarme en el envoltorio.....una vez más... que duro esto de ser hombre ...