Esta
maldita murria navideña me roba presencia de ánimo para sentarme
enfrente del ordenador y escribir cuatro tonterías. Lo que
verdaderamente deseo ahora mismo es fumarme algo cargadito y echarme
a perder un poco, pero mis compromisos familiares me lo impiden: aún
he de comerme los langostinos delante del televisor con las
facultades mentales intactas. En la hora tonta de la San Silvestre
vallecana toca esperar, servirse un culín de vino, fumarse una
pipita, ponerse un poco de música (Harrison, All Things Must Pass,
por ejemplo), echar la murria al cesto de los papeles y escribirles,
precisamente, esas cuatro tonterías.
Me
gustaría despedir el año con una reflexión edificante o la
retórica tierna que todos ustedes se merecen en estas fechas,
estimados Improbables. Por desgracia va a ser que ni la una ni la
otra. Echo la vista atrás y recapitulo los hechos consumados del año
que agoniza y, la verdad, si bien es cierto que no hay dos años
iguales, joder, pareciera que todos los años igual. Desde este
Watiblog sólo puedo desearles lo que ya quisiera yo para mí, y esto
es que si por casualidad el año venidero resultase ser aquel en el
que por fin se encontrasen con ustedes mismos, hagan por no discutir,
no sean rencorosos y trátense con el cariño y el respecto que se
merecen. Así que si tuviesen la gran fortuna de hallarse, hagan como
les digo y el resto, coser y cantar, seguro, vendrá de serie. Feliz
2014.
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