17 de marzo de 2011

Gatos Desalmados

Desconfiad de los gatos desalmados. Van a lo suyo. A lo que quiera que sea lo suyo. Técnicamente no pueden traicionar a sus amas puesto que nunca pactaron sus afectos con ellas. Ellas, sus amas, son esa multitud silenciosa de mujeres solitarias, independientes y modernas que malviven el tránsito hacia su madurez al límite de su sueldo en mini apartamentos en el centro de las ciudades. Mujeres en pie de guerra que acarician distraídamente a sus gatos mientras charlan y cosechan facturas escandalosas en sus teléfonos móviles de última generación.

El gato desalmado que, como digo, va a lo suyo, se refrota una y mil veces contra su ama y el resto del mobiliario del apartamento, se caga en su caja de bolitas o la observa indiferente mientras mea (su dueña) por las mañanas. El gato desalmado tiene razones insondables que sus ojos de vidrio no desvelan, razones que no incluyen el afecto ni la fidelidad, pero que tal vez algo tengan que ver con el hecho de que su dueña haya optado naturalmente por castrarlo, neutralizando así vicios y comportamientos intolerables en cualquier apartamento metropolitano que se precie de limpio y ordenado. Vicios y comportamientos intolerables también latentes en los todos hombres que desfilaron por su vida y por su cama, que no supieron -o no pudieron- renunciar a otras vidas y otras camas. Hombres inferiores, esclavos de sus desórdenes morales, que mintieron sin saberlo para fornicar, que plantaron en sus labios besos que no eran otra cosa que salivas sucias de humo y secreciones y que, por supuesto, nunca aflojaron un duro a cuenta de la hipoteca del mini apartamento metropolitano, pulcro y ordenado, del que un día se marcharon para no regresar. Por contra, el gato castrado ya no tiene razones para abandonar a su dueña, que deposita en él sin reservas afectos y caricias al tiempo que hojea el Cosmopolitan y constata una vez más con íntima satisfacción la superioridad indubitada de su género, apuntalada en la Sección de Estilo de la revista, que, como es de todos bien sabido, posee una mayor sensibilidad, capacidad de pensamiento analítico y conceptual, resistencia al sufrimiento, intuición, habilidades comunicativas, belleza, empatía, un sexo más sentido y, por si fuera poco, un sexto sentido. Todo lo cual no le impide aceptar con desganada naturalidad el dogma de fe de la igualdad que, inexplicablemente, la equipara con esa legión de amantes desertores cuyos calzoncillos danzaron la rondalla con sus prendas íntimas en el tambor de la lavadora.

Todo eso fue antes de que llegara el gato desalmado para quedarse, pacto quirúrgico de por medio, otorgando a cambio el consentimiento indiferente a lecturas, teleseries, consoladores, crisis menstruales y otras rutinas de su ama. Es verdad que, por lo general,  el gato desalmado consiente y ronronea, pero a veces discrepa, acaso por un exceso de atenciones, y le tatúa con sus garras, en los antebrazos depilados, el estigma inequívoco de una relación sin futuro.

No me fío de los gatos desalmados y, hasta que la vida me demuestre lo contrario, extiendo esa desconfianza instintiva hacia el prototipo de mujer solitaria, independiente y moderna por la que alguna vez me he sentido atraído que, inadvertida o casualmente, me ha permitido entrever la piel surcada de rasguños caprichosos bajo la manga de un jersey o, si el tiempo acompaña, las abrasiones incongruentes que cercenan la perfección lineal de un tatuaje de diseño (los tatuajes, por cierto, también me hacen recelar). Y entonces pienso, esclavo de mis bajos instintos, que tal vez no sea digno de entrar en su casa, y que ese arañazo suyo ha bastado para espantarme.

Hoy simplemente me limito a regalar -es un decir, en estos tiempos de flagrante piratería- a mis lectores improbables una canción que no guarda más relación con la entrada de hoy que el estado de ánimo propiciado por un jueves cualquiera de madrugada, tres latas de cerveza y un mendrugo de pan reseso. Que la disfruten.

2 comentarios:

Ane dijo...

Los gatos y Moby son un coñazo.
Los tatuajes son feos.
Moby también es feo.
Qué bajón, cuánta razón tienes.

Ramón dijo...

No tengo cultura literaria para expresar por escrito lo mucho que me gustan las reflexiones de este blog. Eres muy bueno escribiendo, por favor, no dejes de hacerlo.

Gracias,
-Un lector asiduo-