Buenas
tardes, estimados Improbables. Empezaré esta breve entrada con una
confesión: regreso de votar. A punto estuve de no hacerlo. Los
ejercicios teóricos de responsabilidad ciudadana me aburren y además
está esa sensación de futilidad, de que el voto minoritario, el
voto desencantado, el voto radical no es más que el bocado de la
hormiga en el escroto del elefante. Sufre, puta.
Porque,
para qué. Para qué. Dicen las encuestas que volverán a ganar los
mismos. Los de siempre. Los que ocupan las portadas de los periódicos
día sí y día también, enfangados en cosas presuntas y asuntos
demostrados (prescritos o no). Los que se descalifican, los que se
acusan, los que malean los datos a su conveniencia y se
autoproclaman, entre los aplausos de sus seguidores, valedores de los
españoles en Europa, mientras la situación, entendida como burra
grande, avanza inexorable hacia un futuro que cada vez da más miedo.
Me
estoy haciendo viejo; y esto no es algo que venga de ahora. Llevo ya
flojeando la tira de años. No les voy a engañar: Hago lo que me
dicen. Soy un ciudadano dócil y obediente, rehén de su nómina.
Reciclo la basura, pongo la música bajita y recojo la caca de mi
perro. Pago mis impuestos. Soy aburrido y responsable, y por eso
voto. Un buen día, hace mucho tiempo, tuve que elegir entre un
pequeño sueldo y grandes ideales. Salvar mi culo o salvar el mundo.
Como supondrán, dejé que Supermán se ocupase de esos menesteres a
sabiendas de que Supermán no existe y yo, a lo mío. Lo mío que,
por aquel entonces, era mochila pija por el mundo, copas y cine de
autor los fines de semana, comics de culto en el Metro, deporte y, en
general, diletancia descerebrada. Qué grande es ser joven, que
dirían en El Corte Inglés... ya saben, been there, done that.
Tuve
mi primera mala experiencia electoral en el 86. Nunca pude entender
-sigo sin hacerlo- cómo demonios sucedió que acabamos refrendando
la permanencia de nuestro país en la OTAN (paréntesis: organización
a la que siempre he asociado con el entourage de Darth Vader;
ya saben, esos tipos vestidos de gris que pululaban por los salones
de mando en la Estrella de la Muerte), con un gobierno socialista que
había apuntalado su ascenso al poder, entre otras mentiras, con el
famoso eslogan “OTAN, de entrada no”. Mi Felipe.
Por ahí anda mi Felipe; un poco gordo y abotargado,
traficando con influencias; apesebrado en los consejos de
administración de las empresas a las que probablemente un día
favoreciese. En realidad, no es distinto de los demás padres
jubilados de la patria, que pasan el cazo con idéntica desfachatez.
Que cunda el ejemplo entre el resto de la ciudadanía. Bienvenidos a
España. Disculpen la digresión.
Decía
que tras conocer los resultados del referendum del 12 de marzo de
1986 supe con certeza que mi voto nunca cambiaría nada, como así ha
sido hasta hoy, y como así será después de hoy. La verdad, no sé
si la mía es una convicción democrática; probablemente no. Dios
mío, parecía tan obvio, tan de cajón, tan John Lennon retozando
entre las sábanas con la japonesa, con aliño floral y all we
are saying is give peace a chance, etc... Entramos en la OTAN,
pasaron los años y fui testigo de causas peores avaladas por
colectivos mayoritarios, reelecciones imposibles de formaciones
políticas plagadas de mentirosos, oportunistas, ladrones,
delincuentes, prevaricadores, cínicos, chaqueteros. Adjetivos todos
ellos que en un momento u otro he podido aplicar con precisión a
esta u aquella persona pública con independencia del partido en que
militara. Sin embargo, nunca he sido capaz de señalar con el dedo a
un líder y decir de él que es honesto, coherente, dialogante,
modesto, humano. Nunca he podido decir “en ti confío”, “a ti
te voto, aunque te equivoques”.
Y
a pesar de todo, regreso de votar. He metido mi papeleta en la urna,
he votado a un cualquiera, sabiendo que no van a desaparecer, que van
a seguir ahí, con sus corbatas y sus discursos prefabricados que hoy
dicen esto y mañana lo contrario. Y me pregunto, estupefacto, quién
les votará. No hallo respuesta, y mañana me levantaré un poquito
más alejado de mis semejantes.
Esta me la encontré por casualidad en el Spotify. Me gustó, sin más, y aquí se la dejo, por si acaso les gustara también a ustedes, mis escasos, y cada vez más Improbables, Lectores