26 de mayo de 2014

Mi voto



Buenas tardes, estimados Improbables. Empezaré esta breve entrada con una confesión: regreso de votar. A punto estuve de no hacerlo. Los ejercicios teóricos de responsabilidad ciudadana me aburren y además está esa sensación de futilidad, de que el voto minoritario, el voto desencantado, el voto radical no es más que el bocado de la hormiga en el escroto del elefante. Sufre, puta.

Porque, para qué. Para qué. Dicen las encuestas que volverán a ganar los mismos. Los de siempre. Los que ocupan las portadas de los periódicos día sí y día también, enfangados en cosas presuntas y asuntos demostrados (prescritos o no). Los que se descalifican, los que se acusan, los que malean los datos a su conveniencia y se autoproclaman, entre los aplausos de sus seguidores, valedores de los españoles en Europa, mientras la situación, entendida como burra grande, avanza inexorable hacia un futuro que cada vez da más miedo.

Me estoy haciendo viejo; y esto no es algo que venga de ahora. Llevo ya flojeando la tira de años. No les voy a engañar: Hago lo que me dicen. Soy un ciudadano dócil y obediente, rehén de su nómina. Reciclo la basura, pongo la música bajita y recojo la caca de mi perro. Pago mis impuestos. Soy aburrido y responsable, y por eso voto. Un buen día, hace mucho tiempo, tuve que elegir entre un pequeño sueldo y grandes ideales. Salvar mi culo o salvar el mundo. Como supondrán, dejé que Supermán se ocupase de esos menesteres a sabiendas de que Supermán no existe y yo, a lo mío. Lo mío que, por aquel entonces, era mochila pija por el mundo, copas y cine de autor los fines de semana, comics de culto en el Metro, deporte y, en general, diletancia descerebrada. Qué grande es ser joven, que dirían en El Corte Inglés... ya saben, been there, done that.

Tuve mi primera mala experiencia electoral en el 86. Nunca pude entender -sigo sin hacerlo- cómo demonios sucedió que acabamos refrendando la permanencia de nuestro país en la OTAN (paréntesis: organización a la que siempre he asociado con el entourage de Darth Vader; ya saben, esos tipos vestidos de gris que pululaban por los salones de mando en la Estrella de la Muerte), con un gobierno socialista que había apuntalado su ascenso al poder, entre otras mentiras, con el famoso eslogan “OTAN, de entrada no”. Mi Felipe. Por ahí anda mi Felipe; un poco gordo y abotargado, traficando con influencias; apesebrado en los consejos de administración de las empresas a las que probablemente un día favoreciese. En realidad, no es distinto de los demás padres jubilados de la patria, que pasan el cazo con idéntica desfachatez. Que cunda el ejemplo entre el resto de la ciudadanía. Bienvenidos a España. Disculpen la digresión.

Decía que tras conocer los resultados del referendum del 12 de marzo de 1986 supe con certeza que mi voto nunca cambiaría nada, como así ha sido hasta hoy, y como así será después de hoy. La verdad, no sé si la mía es una convicción democrática; probablemente no. Dios mío, parecía tan obvio, tan de cajón, tan John Lennon retozando entre las sábanas con la japonesa, con aliño floral y all we are saying is give peace a chance, etc... Entramos en la OTAN, pasaron los años y fui testigo de causas peores avaladas por colectivos mayoritarios, reelecciones imposibles de formaciones políticas plagadas de mentirosos, oportunistas, ladrones, delincuentes, prevaricadores, cínicos, chaqueteros. Adjetivos todos ellos que en un momento u otro he podido aplicar con precisión a esta u aquella persona pública con independencia del partido en que militara. Sin embargo, nunca he sido capaz de señalar con el dedo a un líder y decir de él que es honesto, coherente, dialogante, modesto, humano. Nunca he podido decir “en ti confío”, “a ti te voto, aunque te equivoques”.

Y a pesar de todo, regreso de votar. He metido mi papeleta en la urna, he votado a un cualquiera, sabiendo que no van a desaparecer, que van a seguir ahí, con sus corbatas y sus discursos prefabricados que hoy dicen esto y mañana lo contrario. Y me pregunto, estupefacto, quién les votará. No hallo respuesta, y mañana me levantaré un poquito más alejado de mis semejantes.






Esta me la encontré por casualidad en el Spotify. Me gustó, sin más, y aquí se la dejo, por si acaso les gustara también a ustedes, mis escasos, y cada vez más Improbables, Lectores