30 de agosto de 2010

El misterio del niño pixelado

El niño pixelado balbucea y reivindica sus derechos como puede y si no puede -mayormente por ser menor- se los reivindican otros, aunque no estoy demasiado seguro de cuáles sean las razones que impulsan a periodistas, cronistas y demás propaladores de infundios desinteresados, mentiras interesadas y resto de verdades sin interés.

Uno puede llegar a entender, incluso a apoyar fervientemente, la manipulación digital de ciertas imágenes que de otra forma abrasarían la sensibilidad del espectador patrio, curtido en mil batallas. Pongamos, por ejemplo, un primer plano de Lara Montiel. Coincidirán conmigo en que es higiénico y beneficioso para el cuerpo social entendido como un Todo Empanao aplicar el filtro adecuado, por supuesto sin reparar en costes tecnológicos. Sin embargo, uno se pregunta qué tendrán esas caritas peponas y angelicales que las hagan merecedoras de  idéntico tratamiento.

Aportaré aquí algunas hipótesis que se me ocurren y que, ciertamente, justifican por diversos motivos la aplicación de tratamientos pixelares a la chavalada inocente:

Uno. El profesional de los medios, tras consultar su Libro de Estilo, razona con muy buen criterio que los niños no van a desear ser identificados junto a ese par de cretinos progenitores, horteras a más no poder, que venden exclusivas familiares en el incomprensible marco de un hogar familiar estéticamente desestructurado (amén de otras cojeras). Me vienen a la cabeza los vástagos de Paqui Abascal, en la actualidad mocetones de mandíbula prognática y mirada extraviada o, cuanto menos, poco expresiva: Hieráticos y bronceados en su justo punto de sol, vestidos y depilados a la moda. Al igual que la progenie de Publio Iglesias (la de primera generación), los muchachos han tenido la mala fortuna de crecer en un mundo sin Photoshop, sobreexpuestos a la curiosidad mediática y por ello se han visto abocados por determinismo social a una vida pulcrita e inmisericorde, a montar a caballo y en yate, a calzar lustrosos zapatos castellanos sin calcetines en las discotecas de moda y a copular con pivones y madrastras (a ellas me referiré más adelante). Qué bien les habría venido un correctivo gaussiano sistemático en tantos y tantos reportajes de papel couché. Por desgracia hoy, y a estas alturas, sólo cabe esperar a que Tío de la Vara haga algo por ellos.

Dos. El profesional de los medios, tras consultar su Libro de Estilo, hace proyección mental de un futuro imperfecto que juzga inexorable y, con encomiable criterio, echa mano del aerógrafo como en los mejores tiempos de Stalin y procede a difuminar el rostro del nenuco rubio con la certidumbre moral de que el pequeño Fountleroy se habría resistido con uñas y dientes (de leche) a una sesión fotográfica de césped, piscina, palacete y jardín al lado de aquella Madrastra Cazadora que al cabo del tiempo acabará seguramente chuleándole al padre toda esa fortuna que tanto esfuerzo le está costado blanquear, con grave menoscabo de su futura herencia. Sólo Dios sabe cuántas noches de insomnio disgustado, cuántos consejos de administración en blanco, cuántas Opas hostiles, cuántos desplomes y repuntes gástricos le habrá ahorrado el aerógrafo compasivo al futuro millonario.

Tres. El profesional de los medios, tras consultar el Libro de Estilo, no halla a priori nada que le impida exhibir el rostro sonriente de los alumnos de primero de la E.S.O. (promoción 2010) de los  Escolapios Marianistas en ordenada formación alrededor del Padre Narciso, a quien casualmente el profesional de los medios tuvo el gusto de conocer en Tailandia tiempo atrás en compañía de otros alegres menores aunque, por decirlo de alguna forma, fuera del contexto de los ejercicios espirituales y las convivencias. A pesar de que la fotografía en cuestión va a publicarse en el XXVI Anuario de la Revista de Estudios Sociales Marianos, que es difusión limitada, el profesional de los medios tiene en cuenta los antecedentes particulares y opta cautelarmente por posterizar (filtro Naruto) al grueso de la promoción 2010. El Padre Narciso capitanea ahora una promoción de alumnos manga.

Si mi experiencia personal sirviera de algo, opino que de haberse divulgado las imágenes de mi Primera Comunión, vestido como el Pato Donald (con pantalones), y siendo como soy un tipo con desmesurado sentido del ridículo, no es descartable que tiempo atrás hubiera decidido acabar con mi existencia, y el mundo se habría ahorrado este blog pletórico de pesimismos y subjetivismo umbilical. Por fortuna, esas fotografías languidecen en algún álbum familiar olvidado. Si algún día cometo la locura de rescatarlo y escanearlas, juro pixelarme a conciencia, como Dios manda.

28 de agosto de 2010

Certidumbres ciclotímicas



Fear is the heart of love

(Excerpt from the lyrics of "I will follow you into the dark", written by Ben Gibbard)


25 de agosto de 2010

Enfermedades modernas



Recordatorio para moteros aquejados de discapacidad emocional

Circula a buena velocidad con el visor del casco abierto. Enseguida notarás cómo se te saltan las lágrimas.

- Diagnóstico: Discapacidad emocional benigna.
- Tratamiento: Inespecífico.

Lo tuyo tiene solución: Técnicamente estás capacitado para llorar.

24 de agosto de 2010

El cine

Mil novecientos ochenta y cuatro. Recuerdo el calor de finales del verano, recuerdo que tal vez fueran las cuatro de la tarde. Yo aún tenía pelo, aunque esto no sea un recuerdo y más bien la imagen lógica de lo que yo debía de haber sido a principios de los ochenta. Basta recurrir a los mecanismos de la razón para recuperar un sucedáneo de un recuerdo de mí mismo tan bueno como el original, como esas falsificaciones impecables que le compras a los manteros en Sol. Y no ocupa lugar en la memoria.

Sé que nunca hubiera aprobado aquellos exámenes porque ese verano, con la flojera de rigor, ni llegué a sacar los apuntes del cajón al que los había relegado a comienzos del mes de mayo, confirmando así la crónica de una debacle académica anunciada.

Así que andaba yo podrido de remordimientos por las aceras achicharradas de Madrid camino del cine Río, en la frontera de Vallecas. El cine Río era una de las pocas salas que aún exhibía en su cartelera programas dobles: vestigios de una época anegada tiempo atrás por la marea de la transición y, con ella, las formas nuevas de entender y de vender -y de cobrar- las cosas, aunque el Euro quedase aún lejos.

Tengo en el salón de mi casa hipotecada una urnita de vidrio verde llena de entradas viejas de cine de distintos tamaños y colores; una urnita rebosante de actos de cobardía dispersos a lo largo de quince, tal vez veinte, años.

Yo he sido –soy- un cobarde anónimo del montón, un cobarde de esos que conviven en paz con tantos otros héroes anónimos ninguneados por la vida real. No hay exigencias en el guión de la vida –bien pensado, no veo yo que la vida deba tener un guión- que impongan el resplandor de la verdad aunque duela ni finales tristes que le importen a alguien. No hay espectadores solidarios ni control de audiencias. Dios no existe y cada prójimo va a lo suyo. Anónimamente.

Cobarde anónimo que siempre fue solo al cine. Durante mi adolescencia y mi temprana juventud no llegué a compartir películas con los que por aquél entonces eran mis amigos por la sencilla razón de que ellos no tenían dinero, y yo sí. Las novias (por fortuna) nunca me duraron tanto como para hacer de ello un ir por ir. Abandoné y fui abandonado, creo, de forma equitativa. El caso es que el hastío del otro nunca llegó a convertirse en cine. Volviendo a los amigos, había cosas más importantes en las que invertir los escasos recursos disponibles: tabaco y alcohol y, cuando se podía, drogas blandas y no tan blandas. Y yo tenía para eso y, además,  un excedente de doscientas Pesetas para costearme una butaca de patio. Lo cierto es que el sobrante de dinero me delataba -ante mí mismo al menos- como vástago descarriado de una familia más acomodada y más culta. Niñato y, a la vez, hijo único depositario de expectativas y esperanzas ajenas que por extraños (o vulgares, qué se yo) mecanismos sicológicos convertía yo en la fuente inagotable del remordimiento y de la subsiguiente búsqueda de olvido y alivio en la oscuridad piadosa de una sala de cine.

En algún momento el cine dejó de ser refugio; supongo que debió de suceder de forma gradual, pero lo cierto que es que cada vez menos lo que veía en la pantalla grande me transportaba a otra parte: Las salas pequeñas, el cine de autor, las V.O. subtituladas de mi última época como espectador ya no conseguían sumirme en el olvido de lo mío y mi circunstancia. Por algún ignoto mecanismo mental se me había acabado el chollo de vivir vidas ajenas y, con ello, las benditas desconexiones, los fundidos en negro de mi realidad. En su lugar empecé a pedir explicaciones a lo visto, a buscar claves útiles, mapas indicadores, vidas ejemplares, vidas paralelas: Instrucciones para ser valiente y vivir sin remordimientos.

Quizás llegó un momento en el que ya fui incapaz de dejar de ver el guión detrás de la historia, el armazón de la tramoya, los hilos de la marioneta. Una transición gradual a lo que finalmente se convirtió en desconfianza hostil hacia las razones del deus ex machina que ya no llegaba a hacer mías. Al cabo del tiempo la urnita verde dejo de rebosar al tiempo que las entradas en su interior se iban apelmazando, transformándose en una mera pila de cartulinas descoloridas apenas legibles.

Tal vez fue la corrupción progresiva de la sensibilidad adolescente, finalmente embrutecida por la realidad prosaica de las cosas, lo que me llevó a volver la espalda al séptimo arte. Envidio de corazón a todos aquellos cobardes anónimos que encontraron algo al otro lado de los fotogramas y fueron capaces de conservarlo. Aquellos que hoy tienen algo que agradecer  al cine. Yo no.

El antiguo cine Río, dice Internet, es ahora una sala de ensayo del Centro Dramático Nacional. Aunque hace ya tiempo que dejé de ser estudiante y también me he convertido en otra cosa -sin pelo, por cierto- sigo arrastrando las sandalias por las aceras achicharradas de Madrid un fin de semana cualquiera de finales de verano, con el cerebro encorvado por los mismos remordimientos, y ya sin refugio de ningún tipo.

Todavía voy al cine de vez en cuando. Supongo que mi ego acabó por suplantar a aquella novia mía que nunca llegó para quedarse. Supongo que el hastío se convierte en cine y el descontento en blog. Y vamos tirando.

19 de agosto de 2010

Sesenta segundos con el vampiro


Vamos a intentar clarificar para nuestros amables y discretos (por inexistentes) lectores determinadas cuestiones de interés humano y mediático que nos suscita el mito del vampiro, tan en boga hoy día. Para ello contamos con la presencia en nuestro estudio imaginario de D. Nosferatu González de Córdoba y Ponce de León, vampiro jubilado. E imaginado (así me lo imaginaba yo). - Buenas noches Don Nosferatu, como no podía ser de otra manera, je, je.
- Buenas noches. ¿Le importaría bajar la intensidad del foco?
- Por supuesto. Disculpe esta descortesía ficticia con un invitado imaginado. Y muerto, todo hay que decirlo.
- Gracias. A la vista de lo que escribe en su blog también usted parece un perro muerto.
- Bien. Una vez roto el hielo pasamos, sin más preámbulos, a la entrevista... Impresione a nuestros improbables lectores ¿Qué edad cuenta usted, Don Nosferatu?
- Treinta y cinco.
- Perdóneme, ha dicho usted...
- En realidad, casi treinta y seis. Los hago el mes que viene.
- Ya... Y, díganos, ¿cómo hace para conservarse tan, ejem, tan poco bien? Lo digo por su aspecto macilento, expresión depravada, la cara de vicio total... Da usted miedo ¿Deformación Profesional?
- Entre la fotosensibilidad extrema y la vida nocturna, que es muy arrastrada, no hay cutis que resista eso. Por no hablar de las entrevistas patéticas en condiciones de luz inadecuadas.
- Desmiéntame usted algún tópico. El que quiera.
- Déjeme pensar. Por ejemplo, tanto castillo, tanta mansión de lujo, tanta cripta fastuosa, los trajes de Milano. Todo mentira, nada de glamour. Yo siempre he vivido de alquiler: renta antigua, naturalmente. Y me paso los días haciendo tiempo muerto -nunca mejor dicho- enfundado en un saco de camping del Decathlon. El que se empeñe en dormir en un ataúd es que no sabe lo que vale una mudanza.
- No parece que vaya usted sobrado de fondos. Aparte de chupar ¿de qué vive usted?
- Tengo una pensión de jubilación que vengo cobrando desde el año 47.
- Ya va haciendo tiempo de eso...
- Se sorprendería usted de la capacidad de los funcionarios para no mover un papel; sobre todo si son papeles heredados. De todas formas, y al IPC de hoy, con lo que cobro me llega para pagarme el alquiler, el Adsl y cuatro cosillas más.
- Vivo, muerto, no muerto, medio muerto... ¿Cómo se definiría usted?
- En cierta forma, yo he tenido la mala suerte de morirme y reencarnarme en mí mismo. Vamos que no hemos avanzado nada; si acaso, a peor. Lo mío es un reventón en la rueda de la vida, que digo yo. Con los dientes largos y el alma en pena, así no se puede vivir.
- ¿Sueña?
- En realidad, no. Por el día, en el piso -bueno, en el saco- me quedo un poco traspuesto a lo sumo, como en stand-by; vamos, que no llego a desconectar del todo. Menos mal que tengo el Ipod.
- Ya, el Ipod. Y actualmente escucha...
- Audiolibros, principalmente. De autoayuda. También algo de copla y lo que me bajo de Internet. Ah, y también un curso de árabe en podcast. No se puede usted hacer idea de lo soporífero que era antes contar corderos y, peor aún, sin llegar a dormirse. Había días que con gusto me hubiera clavado una estaca entre pecho y espalda. No me cansaré de repetirlo: que Dios bendiga a Steve Jobs.
- Volvamos al tema de la fotosensibilidad, y corríjame si me equivoco, Don Nosferatu: Lo veo a usted emigrando a los países nórdicos. Días cortos, lo justito de sol y ataúdes de Ikea, je, je, je.
- Qué quiere que le diga. Supone usted mal. A la vista de su falta de imaginación casi me alegro de que su blog se mantenga en el terreno de lo impublicado. A diferencia de nosotros, que lo suyo jamás llegue a ver la luz del sol es de justicia inapelable. Olvídese usted de Escanidinavia, hombre, que yo le voy a decir dónde está el futuro: Irán, Afganistan, Siria, Pakistán y demás países islámicos de última generación.
- Explíquese, se lo ruego.
- Para empezar, no hay crucifijos ni parafernalia por el estilo, pero además, y sobre todo, está el burka. No se imagina usted el gusto que me daría poder estirar las piernas por las mañanas enfundado en el burka. Eso sí que es calidad de vida. Qué quiere que le diga: allá se pudran ustedes con su sol de España, sus modas de verano, sus iglesias y sus ajos. En cuanto pueda tramitarme un visado, aquí no me ven más el pelo.
- Aparte de lo de su pensión, cuéntenos cómo se las apaña para seguir chupando y que no se note en las crónicas de sucesos.
- Los Telechinos.
- ¿Digamelón?
- Se lo explico porque me doy perfecta cuenta de que esta entrevista es ficticia. De otra forma, los secretos del oficio no se airean así como así. En dos palabras, es tan fácil como coger el teléfono, pedirse un menú de esos de rollito de primavera y arroz tres delicias y, en su lugar, zumbarse al repartidor de turno, que como siempre es un chino del montón -vamos, igual que en las películas esas de Kárate- luego nadie lo reclama y todos tan contentos. Muy conveniente. Una gran verdad esa de que con la inmigración llega sangre nueva a este país
- Increíble. Me deja usted muerto.
- A mí también. Muerto de ganas de que termine esta entrevista.
- Concedido. Acépteme, por favor, este póster de Robert Pattinson, que en el piso seguramente le quedará de perlas. Cortesía del Blog.

18 de agosto de 2010

Monedilla

Como las dos caras de una misma moneda, la vida de cada cual es la suma de las cosas que fueron y de las que, pudiendo haber sido, no fueron. A veces, creo que la moneda mía está trucada. Arrójala al aire y verás; no falla.

Soy tan poca cosa.

Siempre oculto mi rostro a ras de suelo

No he sido tantas cosas que podría

Mi cruz

Siempre cara al cielo.

14 de agosto de 2010

Las formas importan. Me agrada mucho más ver lo escrito sobre la plantilla del blog que tal cual se me aparece ahora, negro sobre blanco. Está claro que lo que traqueteo en este momento no es más que una secuencia de letras ordenadamente muertas según nacen, que no es lo mismo que vacías, aunque en este caso también lo estén.

Tal vez la retroiluminación del portátil o el ruido de un martillo neumático que arranca cicatrices a alguna calle cercana (es sábado, joder) o las plantas de mi terraza, indiferentes a las obras públicas y a la música que ahora suena en el salón de casa o la luz de esta mañana de mediados del mes de agosto. Tal vez todo eso junto, además de lo que me resta por dejar de hacer hoy, explica, que no justifica, tanta hilera de letra difunta.

Transplantar los cadáveres desde aquí a la plantilla del blog es como adecentarlos; el tránsito del tanatorio al velatorio.

La Loba no ha venido, sepa o no que está invitada. Y yo no lloraré por mis letras muertas.

Lector accidental, te ruego abandones este blog sin hacer ruido. Al igual que yo no velaría a tus difuntos, haz tú lo propio con los míos.

9 de agosto de 2010

Lunes, nueve de agosto. Enjaulado en mis vacaciones y, como diría alguna, ojiplático desde las siete de la mañana por culpa de los obreros tempraneros del tejado colindante. No me lo tomo a mal porque, al cabo, son vacaciones y por tanto esta pequeña anécdota insulsa ha sucedido a las siete de la mañana y no las siete de la madrugada, si me captan el matiz.

Así que decido malgastar el tiempo extra -que en primer lugar no había pedido- en remodelar un poco las tripas de este blog. Me abruman tantas opciones y también debo decir que he detectado una pestaña siniestra que reza "Monetizar". No he pulsado en ella, pero sospecho lo que acecha detrás: Prostituye tus letras a cambio de dinero. Asumiendo que ello sea cierto, me veo un poco como un degenerado que haría (que hace) estas cosas por vicio. Según como se mire, hasta puede ser una virtud. Un vicio virtuoso.

(Post reflexión: Coincido conmigo mismo en que nadie en su sano juicio pagaría por hacérselo con una fulana escrofulosa, acomplejada y plagada de faltas de ortografía, por lo que a priori no hallo contradicción entre (mi) vicio y (sus) melindres).

Este mundo está lleno de degenerados.

Y de mirones sin vela en este entierro. Los comentarios están abiertos para quien ha hecho fluir mi sangre como el barro y que, por supuesto, ignora que esto existe. Hasta nueva orden. Gracias,

Wat

8 de agosto de 2010

Al boleo, pero improvisando con intención. Que la pedrada sabe por dónde van los tiros, y esto es una metáfora de doble fondo.
  
Muerto en vida que busca un alma en pena. Para lo que surja.

Una cordera con piel de loba que sobrevive en un Bar de Lobos.

Muchas horas de insomnio paralelo, tal vez hasta el infinito (en el que dicen que convergen estas cosas)

Haikú

Aulla la loba
Este muerto da tumbos
Y no amanece

Lector, regresa a tu casa, al buscador de Google o a tus puñetas. Aquí no eres bien recibido.

7 de agosto de 2010

Un siete de agosto en Madrid. Qué paradoja. Me gustaría, por una vez, ser turista, tener la cabeza ocupada en monumentos, museos, planos y paseos. Y no pensar que a fecha de hoy tengo más de cinco mil euros libres de impuestos, la hipoteca y la comunidad pagadas, amigos fuera de este plomo de ciudad y días de vacaciones por delante. Tan favorables circunstancias y, aún así, me resisto a viajar con el corazón hecho añicos, no sea que se me pierdan los pedazos por el camino y regrese sin él.

Lector improbable, pasa de largo, que esto no son más que lugares comunes que ya has visitado o, si no lo has hecho, no te recomiendo conocer.

6 de agosto de 2010

Todos somos igualmente exquisitos por dentro. Hay que abrir Canales de Suez a escoplo, letra y dinamita. Dejar fluir las cosas fuera como el barro, como la sangre, como el agua, como el semen. Fluir hacia donde está ese inmenso océano abstracto e indiferente que somos los demás.

Caveat: Tú que pasas por aquí, gracias por no detenerte más de lo estrictamente necesario.

5 de agosto de 2010

No tengo la más mínima intención de esforzarme, en consonancia con el mínimo interés que el contenido de estas entradas puedan suscitar en el navegante despistado. Amigo lector, si la indolencia indiferente, un espasmo dactilar o tal vez la suerte tonta te ha llevado hasta este blog, te recomiendo pases de largo, pues nada de lo que aquí halles cobrará sentido alguno. Utiliza para ello la tecla "siguiente blog". No te pesará y yo,  además, te lo agradeceré. Tú en tu mundo y yo en el mío. De veras.